El pasado 29 de enero nos dejó el Hermano Alberto Molinero después de 103 años de vida plena. Se fue en paz, con la alegría y la plena confianza de que el Padre le estaba esperando con los brazo abiertos. Se fue un auténtico santo en vida, un ejemplo de fe y de vocación al servicio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas allí donde le necesitaran. Misionero fundador de las Escuela San Isidro Labrador, creó en medio de la nada un futuro en forma de educación para los hijos de los trabajadores pobres del Chaco paraguayo. Su preocupación por los más necesitados, su entrega, energía, disponibilidad, humildad y fraternidad nos servirán de inspiración a todos. Pero, sobre todo, nos queda el recuerdo de su eterna sonrisa que reflejaba la felicidad del que ha recibido la Buena Noticia y quiere compartirla con todos.
Gracias, Hermano, por haber hecho mejor este mundo.